El judaísmo mesiánico es un movimiento profético que une a los creyentes judíos y gentiles en Yeshúa (Jesús) el Mesías para proclamar la salvación en Jesús y anunciar la segunda venida del Señor. “Porque Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno” (Efesios 2:14 LBLA).
El Evangelio de Yeshúa el Mesías es para todas las naciones. Para los judíos, revela a Yeshúa el Mesías. Para los gentiles, profundiza su fe en Yeshúa (Jesús).
El pueblo judío son descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Gentiles significa “de las naciones”, es decir, cualquiera que no sea judío de nacimiento. En Jesús, los judíos y los gentiles se unen como uno (también conocido como “un nuevo hombre”) como se indica en Efesios 2:14-19:
Porque Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación… Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios.
Ser hecho “uno” plantea la cuestión de identidad.
Cuando una persona judía reconoce a Yeshúa (Jesús) como el Mesías, ¿deja de ser judío? Cuando una persona gentil reconoce a Jesús como su Salvador, ¿se vuelve judío ya que Jesús es judío?
Los judíos no tienen que romper su identidad judía y sus prácticas bíblicas cuando reconocen y desean servir a Yeshúa el Mesías. Los cristianos gentiles no necesitan volverse judíos cuando confiesan al Jesús judío como su salvador.
La salvación es la misma para todos, tanto para judíos como para gentiles. Todos somos salvos por gracia a través de la fe en Yeshúa (Jesús) el Mesías. El apóstol Pablo lo explica mejor en Romanos 10:9-13:
que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo el que cree en Él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le INvocan; porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.
Los creyentes judíos deben continuar practicando las instrucciones que Dios les dio a través de Moisés, como guardar el Shabat, la Pascua y las demás fiestas bíblicas. No necesitan dejar de practicar las costumbres que los distinguen como judíos. En Yeshúa, ellos ahora tienen el beneficio del Espíritu Santo guiándolos y capacitándolos para guardar los Mandamientos.
Los gentiles tienen la oportunidad de conocer mejor a Jesús en su contexto cultural judío. Nosotros también estamos facultados por el Espíritu Santo para guardar Sus mandamientos. Jesús dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15).
Honrar a Israel y celebrar las festividades bíblicas no es ser “más salvo” o ganar puntos con Dios. La forma en que elegimos experimentar nuestra fe (es decir, honrar el Shabat, celebrar la Pascua, ayunar en Yom Kippur) es una convicción guiada por el Espíritu para que cada creyente siga con humildad, sin criticar a los que no lo hacen.
Estudiar los orígenes de nuestra fe enriquece nuestra relación personal con Jesús y añade profundidad a nuestra fe. Esto se aplica a todos los seguidores de Jesús. Los creyentes gentiles están injertados en el Olivo (Israel) y por lo tanto pueden disfrutar la plenitud de nuestra rica herencia espiritual que Jesús hizo posible para nosotros.
Cada paso que tomamos para profundizar nuestra fe en Jesús debe hacerse desde un lugar de amor, no de obligación, ya que el Espíritu guía a cada persona. Cuando lo hacemos, podemos recibir las bendiciones que Dios prometió en Su Palabra.
Un ejemplo se encuentra en Isaías 56:6-7 que aclara las promesas de Dios a los gentiles que eligen honrar el Shabat:
Y a los extranjeros que se alleguen al Señor para servirle, y para amar el nombre del Señor, para ser sus siervos, a todos los que guardan el día de reposo sin profanarlo, y se mantienen firmes en mi pacto, yo los traeré a mi santo monte, y los alegraré en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.
El movimiento mesiánico no es nuevo.
Es un movimiento del primer siglo que comenzó con Yeshúa (Jesús) el Mesías mismo. Él no vino a establecer una nueva religión. Más bien, Él vino a cumplir las profecías que hablaban de Él que se encuentran en la Biblia.
Los cristianos gentiles que aman a Jesús hacen bien en abrazar este movimiento profético que reúne a creyentes judíos y gentiles con la esperanza de marcar el comienzo de la segunda venida de Yeshúa el Mesías.
Que podamos unirnos al movimiento profético de Dios abrazándonos unos a otros y centrándonos en lo que nos une: nuestra fe en Jesús el Mesías.
Tanto los creyentes judíos como gentiles hacen bien en prestar atención a la súplica del apóstol Pablo anotada en Efesios 4:2-6:
Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él resucitó, y con Él sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús.